
Sí, bien es cierto que vida es poca y hay que ser impulsivos. Impulsivos, mas no estúpidos. A mí me siguen importando las cosas, las personas, los acontecimientos. Cómo quisiera dejarme llevar a ciegas como lo hacía teniendo diecisiete años, pero la vida cambia, como cambia todo. Está bien. No he dejado de vivir, tampoco. Pero no busco que nadie se me esté encimando cuando mi corazón pide paz e introspección. Si algo se acerca tiernamente, puede ser que responda, pero quisiera mejor estar en la punta de una montaña... Sí, allá. Allá donde todo es callado, sopla bien fuerte y puedes ver todo tan miniatura. Todo hace sentido y todo es claro.
Los grillos abundan de más esta noche. La noche es caliente e impaciente. Me desespera. Me hace querer amor, desearlo con las yemas, queriendo que se sientan las palpitaciones debajo de mis clavículas. Quisiera ahogarme en él. No importa si es amor viejo o nuevo, el mismo o uno diferente. Pero sí importa de dónde viene, de quién proviene y cuándo se le ocurra aparecer. Amor de otro ser en mi ser, de alguien más, siendo en mí y haciéndose mío. Amor del que se mezcla y no se entiende, no se explica ni se apresura. Amor que jadea sin cansarse, late rápido y fuerte, le da la vuelta al mundo sin que le duela el bazo. Sufre al darse cuenta que no lo merece, pero lo toma porque lo quiere, lo digiere, le pertenece y lo quiere conservar al entregarlo. Amor que pierde sentido y es por ser. No nace y no se muere, sólo se vive.
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Si, así es el amor.
Me da gusto que concuerdes. =)