JacquelineB.
Es como querer buscar algo que no es y perderme en él, para luego darme cuenta de que ahí estuvo todo este tiempo. Mi problema no es el tiempo, sino las cascadas que escucho a lo lejos, presumiéndome vida y frescura. Presumiéndome amor. Es celar toda gota de sudor que derraman los amantes en la ciudad. Se venden clandestinos, pero todos nosotros sabemos más porque nos pasamos los días buscándolo. Pero no quiero ser como ellos, ni andar en sus caminos de piedra que marcaron las parejas en siglos pasados. Quiero una caricia en la mejilla que se lleve la última lágrima y me cargue a las nubes. Sólo ahí, sólo así todo haría sentido. Esa caricia, esa mano no la dejaría ir nunca.

Benditas cascadas... Y yo aquí, con la piel reseca y los labios partidos. No puedo conciliar el sueño. Lo necesito, porque es ahí donde perdí un viejo papel que me revela la ruta a esa fuente de vida y jovial humedad. Llévame a un lugar que jamás he pisado, porque me canso de podrirme cada día sabiendo que será como el anterior. Quiero conocer algo infinitamente interesante. No tengo por qué encerrarme en los lineamientos de mi piel, me siento más grande que mi propio cuerpo que se encoje y ya no sabe contenerme. Mucho menos sabe esperar. Pierde elasticidad y se muestra impaciente, palpitante. Quiero irme.

Puedo ir y venir en una noche, lo prometo.
JacquelineB.
Después de un frappé sabor Snickers del Manhattan's, regreso inspirada. Deja tú la musiquita, el concepto o el azúcar, sino la colección de pensamientos. No es inspiración de esa, de la común a la que todo mundo se refiere, sino una sabor azúcar, sal, limón y caramelo. Sí, soy muy celosa de mi espacio. Cómo odio que me invadan o me apresuren. Odio aún más que me apresuren cuando ya estoy apresurada. Mis momentos son lo más crucial que tengo. No me gusta que me empujen cuando quiero estar sentada, esperando, preguntándome, inmóvil. Odio aún más que me empujen exactamente hacia el lugar a donde quiero ir, pero lo hagan antes de tiempo. Y todo se arruina por impaciencia.

Sí, bien es cierto que vida es poca y hay que ser impulsivos. Impulsivos, mas no estúpidos. A mí me siguen importando las cosas, las personas, los acontecimientos. Cómo quisiera dejarme llevar a ciegas como lo hacía teniendo diecisiete años, pero la vida cambia, como cambia todo. Está bien. No he dejado de vivir, tampoco. Pero no busco que nadie se me esté encimando cuando mi corazón pide paz e introspección. Si algo se acerca tiernamente, puede ser que responda, pero quisiera mejor estar en la punta de una montaña... Sí, allá. Allá donde todo es callado, sopla bien fuerte y puedes ver todo tan miniatura. Todo hace sentido y todo es claro.

Los grillos abundan de más esta noche. La noche es caliente e impaciente. Me desespera. Me hace querer amor, desearlo con las yemas, queriendo que se sientan las palpitaciones debajo de mis clavículas. Quisiera ahogarme en él. No importa si es amor viejo o nuevo, el mismo o uno diferente. Pero sí importa de dónde viene, de quién proviene y cuándo se le ocurra aparecer. Amor de otro ser en mi ser, de alguien más, siendo en mí y haciéndose mío. Amor del que se mezcla y no se entiende, no se explica ni se apresura. Amor que jadea sin cansarse, late rápido y fuerte, le da la vuelta al mundo sin que le duela el bazo. Sufre al darse cuenta que no lo merece, pero lo toma porque lo quiere, lo digiere, le pertenece y lo quiere conservar al entregarlo. Amor que pierde sentido y es por ser. No nace y no se muere, sólo se vive.

Photo: http://ibas.deviantart.com/