JacquelineB.
Vaya que he tomado fotografías en mi vida. Cientos. Miles, probablemente. Pero nada como tener un día para tomar una fotografía eterna que se guarda para siempre, en esos lugares recónditos que sólo se conservan para momentos especiales. Creo que nunca olvidaré la sensación, las palabras, el lugar y el momento, el cosquilleo, la verdad. De eso es de lo que quiero más.

Pensé que era más el seguir buscando un cierto sabor que no conozco, algo desconocido de lo que pudiera probar y renovar mi gusto. Es un sabor que se hace viejo y cada vez más exquisito. Cada vez más dependiente, cada vez confirmando, cada vez queriendo más. Aún y que no sé lo que quiero, ahorita no quiero otra cosa. Quiero tener y volver a tener, aunque parezca no pertenecerme. Aunque pueda aparentar lo contrario, puede que eso cambie muy pronto. Ya no me puedo caer.
JacquelineB.
Imagen: http://tamsoo7a.deviantart.com/

Me fui a la escuela en tacones. Desde que me los puse en los pies ya sabía que era una mala idea. Hasta mi mamá me dijo: "Bueno, hija, si te los vas a llevar mínimo llévate unos tennisitos. Te caben en esa enorme pañalera que llamas mochila". No hice caso. Me quería ver bien en mi presentación. Me fui a la escuela en camión y estuve a un pelo de caerme de panza en el pasillo de la Ruta 202, si no es porque un chavo me salva agarrándome del brazo. TRÁGAME TIERRA.

Soy pésima en tacones. Odio eso de mí misma. Toda mujer debe masterizar caminar de zapato alto, es parte de nuestra feminidad, nuestro glamour. Todo el día subí y bajé escaleras, se me enfriaron los pies, los tacones se me enterraron en el pasto, hice fila de 40 minutos para que me atendieran en el CIAA... Las plantas de los pies me estaban matando. Salgo de la UDEM y le marco a mi hermano: "Por piedad, ven por mí". Me dice que no, que está haciendo tarea en la UR. Le marco a mi mamá: "Por piedad, ven por mí". No podía, con eso de la construcción en la vieja casa de Luis Elizondo, estaba muy ocupada. Ni modo. Camionazo.

Caminé hasta Morones. Me quedé de pie en la parada de camión porque la banca estaba toca ocupada. Esperé casi 15 minutos, ya no aguantaba los deditos de mis pies. Estaba yo vestida para ir a una entrevista de trabajo, limpia, nítida, de negro con blanco con gris. Pulcra. Apenas estaba considerando sentarme en plena banqueta polvosa, cuando por fin llegó el 202 de regreso. Me subo al camión y para el colmo y mi completa desgracia: LLENO. No sólo llebo, había otras 20 personas paradas agarrándose de los tubos. Ya no podía caminar bien, las piernas me temblaban. Juro que iban a dejar a funcionarme en cualquier momento y desmallarse ahí.

Tomar el camión cuando traes tus pies así de débiles, con tacones de unos cuantos centímetros de altos, parada, tratando de balancearte con todas las frenadas y arrancadas que se avienta el chofer... es todo un show. Apenas encuentro un buen spot para sufrir 40 minutos de camino parada en el camión, cuando un ángel respondió mis plegarias. Un hombre, gordito, de casi 40 años de edad, cargando una mochila que se veía pesada... se levanta y me ofrece su asiento.

Con mi cara de cansancio y dolor, no pude resistir la oferta. Es la primera vez en la historia de mi vida camionera que acepto tomar el lugar que alguien me ofrece en el camión. Siempre ando en tennis. Hasta me divierte ir surfeando en el camión. Me valió y lo acepté con un susurrado "Gracias". El hombre se paró y se agarró de un tubo. Yo me senté. Nomás me senté y empecé a sentirme culpable, pero me tranquilicé al ver que a los 3 o 4 minutos el hombre volvió a tomar un lugar a mi lado derecho.

Pasaron unos 15 minutos de recorrer todo Morones. Mis pies ya estaban descansando. Se sentía muy rico. Iba pasando el Puente del Papa, a casi ya unos tres minutos para llegar a mi parada, cuando se me ocurrió sacar un papelito y una pluma de mi pañalera. Escribí un mensaje corto y doblé el papelito en cuatro partes.

Llegué al cruce de Morones con Garza Sada y le hice la parada al chofer. Apenas podía levantarme y caminar entre la gente para salirme por la puerta trasera. "Con permiso. Gracias. Con permiso". Me acerqué al hombre que volteaba a ver la ventana y le dije "Ten", poniéndole en su mano el papelito doblado que escribí. Y me bajé del camión con una sonrisilla.

"Gracias... =) ¡Ya no aguantaba mis tacones!", leía la nota.
JacquelineB.
Si yo quisiera hacer el amor con el aroma del invierno, tendría que soportar la larga y desesperada espera de las estaciones. Estoy en invierno, pero no lo siento presente aún.

No ignores mi enjugada piel que sólo añora la tuya esta noche. La distancia evita señales de calor y ofrenda. Ofréceme tus labios con la seguridad de mi respuesta y vente acercando, imponente, con la mirada bien puesta en su presa, arrastrándote sobre mi pecho.

Aún recuerdo cuando tus dedos impacientes jugaban con los botones de mi pecho, provocando un estallido de humedad en ese lugar cálido y ardiente de mi intimidad.