JacquelineB.
Al llorar, abre la boca para gritar y no sale nada. No le entra aire tampoco, como si estuviera muerta por unos segundos. Huye lejos donde ya nadie le entiende, le hablan en dialectos demoniacos y taparse los oídos hace que le retumben más las voces en el cráneo. Huye de las garras de la desesperación y corre hacia lo gris, lo blanco y lo negro. Todo le duele, pica, quema. Es molesto estar así, pero es aguantadora y sólo se queja para sí. "Le dijimos que se detuviera a pensar", repetían. Ella no hace caso nunca. Camina lento en su vida rápida y nadie puede alterarle el ritmo, que nadie le apresure porque todo se le viene abajo.

Come y no le sabe a comida. Toma y el agua se convierte en vapor antes de nutrir. No logra revivirse porque nada a su alrededor le es familiar. Entre arenas movedizas, o caminos de espinas, o puras cosas de esas. El tiempo es incalculable; ya ni sabe cuánto ha pasado. ¿Qué más da? Está muy chiquita de todos modos... ¿o no? Al menos todo se ve igual.

Allá en una tierra lejana va y se desquita, de todos modos. Se desviste frente a todos, frente a uno, para ver si alguien logra entender las heridas. Parecen desvanecerse frente a ojos ajenos y sólo ella las ve entre los rincones. Ya no corre la sangre. Le pesan las caderas, las piernas y los senos. Que alguien la escuche, a ver si se deja.