JacquelineB.
"Es cuestión de tiempo", dicen todos para todo tipo de situaciones. No importa el color, el género, las posturas religiosas, cuántas cebollas o si tienes o no paraguas... Es cuestión de tiempo. SIEMPRE. Bueno, estoy bastante hasta-el-queque de estar esperando. Nunca he sido buena esperando, de todos modos. Como si el mundo entero no supiera eso de mí a estas alturas. Hacer esperar es una cosa. Esperar es otra.

He estado dibujando la pequeña dibujo otra vez. No se la he enseñado a nadie y obviamente no la he subido aquí de nuevo. No sé por qué de la nada lo empecé a hacer de nuevo. Probablemente porque no me sale bien escribir ahora y saco mis cosas con dibujos tontos. Quizá pueda ser que suba algunos aquí, aunque los hice hace tiempo y ya no esté por las fechas. Sí, a lo mejor. Los bonitos nada más. Los "bonitos".

El otro día meditaba sobre mis sueños. Era una tarde lluviosa, bla ra bla... (Sí lo era). Y me encontraba en una posición comodísima sobre mi cama, con el abanico girando en la fase más rápida, al igual que el ratoncillo en mi cerebro. Pensamiento. Otros siete pensamientos. Dos recuerdos. Conexión. Discrepancias. Dos pensamientos. Juicio. Laberintos y telarañas. Frustración. Deducción. Inferencia y suposiciones. La verdad. Impotencia y enojo. Racionalización y calma. Pensamiento. Recuerdos. Sueños...

Después de 60 minutos de eso-que-no-tiene-sentido, me quedé callada. La mente callada, pues. Y nada más me le quedé viendo al pequeño juguetito de plástico de Woody (Toy Story) que está colgado del cuello con una agujeta roja al cordón para encender la luz que quedó muy corto un día que lo jalé de más. Lo jale de más por los pensamientos y lo que atiborra de ellos. Como si jalándolo así se fuera a ir la luz de toda la ciudad o algo. O se fueran a reventar todos los focos, o soltarse todas las aspas de los abanicos de techo, o caerse las cortinas de todas las ventanas que se mojan porque me da flojera levantarme de mi posición comodísima a cerrar la ventana de "una tarde lluviosa".

El maldito tiempo tampoco ayuda. Las tardes lluviosas, como dije hace unas semanas, me molestan. Al menos sé que no es hormonal. Sé que no es hormonal porque... porque no lo es. Yo lo sé y ya. Eso está controlado, pues. Definitivamente no soy menopáusica, no estoy embarazada y no ando irregular. Hace tanto que no me salgo a mojar. Me choca. Hasta me hice fan, o miembra, o ya no sé ni qué me hice, de un grupo, o una aplicación, o ya no sé ni qué, de facebook (eso sí sé) que se llama algo así como "Adoro salirme a mojar en la lluvia", jaja. Hmm.

Me quedé calmada mientras veía al pobre muñeco. Mi mamá pensó que Alan lo había acomodado así, pero fui yo. No lo rescaté. De hecho, creo que se ve chistoso. Además, el pobre muñeco era lo único que tenía a la mano, porque me desesperaba tener que levantarme de mi posición comodísima a apagar la luz, después de que mi cuerpo ya se ensoñolientó con mi cama absorbente después de 17 páginas de una entrada enojada en el diario. Bueno, también unas 17 páginas de hojeada de algún libro. Ahorita, El Retrato de Dorian Gray que todavía no acabo. Ash.

Me enojé conmigo misma otra vez. No es cierto que mantengo la calma. Serenidad, paz, tranquilidad. No importa cuántos CD's tenga de aromaterapia, nada me serviría. Porque si yo entendiera la lógica, la lógica, la lógica... Todo se haría silencio. El científico obsesivo no se queda quieto hasta que resuelve el maldito problema. No puede dormir, sueña sus pesadillas, todo lo que come parece causarle agruras y siente que se le arruga la piel de tanto pensar.

No sé qué me ganará primero: la desesperación o el tiempo. Trato de buscar nuevas maneras de expresarme y creo que nada más empeoro las cosas. Realmente no puedo arreglarlo porque aunque parece que entiendo el problema y por qué se origina, la frustración me niebla y no logro ver todas las variables. No importa cuán perceptiva. No importa cuán observadora. No importa cuán analítica. No puedo o no he podido.

Y no sé cuándo podré. Es cuestión del maldito tiempo.